Asociamos las drogas con sustancias prohibidas cuyo consumo y comercialización se efectúa en los límites de la legalidad. Sin embargo, algo socialmente tan aceptado como el alcohol resulta ser una de las drogas más devastadoras que existen. Es importante identificar cuando su consumo se ha convertido en un problema y saber cómo atajar sus efectos.
Cuando conocí a Juan, acostumbraba a desayunar todas las mañanas un carajillo y una copa antes de entrar a trabajar. Decía que su padre y su abuelo lo habían hecho siempre y que habían vivido muchos años. Era difícil verlo sin una cerveza en la mano. Cuando terminaba de trabajar iba al bar que había debajo de su casa y permanecía en él, encadenando un tercio detrás de otro, hasta que cerraban. Tenía familia e hijos, pero si se presentaba la ocasión, no eludía la posibilidad de salir una noche de tragos. Había fines de semana que se ausentaba de casa y no aparecía por allí hasta el domingo por la noche, para dormir un poco y reintegrarse el lunes a su puesto de trabajo.
Cuando murió su madre, con quien se sentía muy unido, su consumo de alcohol se disparó. Tenía siempre cerca una botella de whisky de la que iba dando tragos continuamente. Allá donde no podía llevar la botella, rellenaba un envase de 50 ml de refresco con el whisky y decía en tono gracioso que era su botella de Nestea. Comentaba que estaba pasando por una situación dura y que el alcohol le ayudaba a sobrellevarlo.
La convivencia con Juan se volvió complicada. Había días que no iba a trabajar, pues se encontraba con tal nivel de embriaguez que se había quedado dormido. Después se sentía culpable y volvía a beber. Era un hombre pacífico y tranquilo, pero en por aquella época, las discusiones y las peleas con su mujer se volvieron algo habitual. Alguna vez llegaron a las manos. La situación se volvió tan insostenible que su pareja se separó de él y Juan se fue de casa y alquiló un apartamento.
Alguna vez fui a verlo. El piso estaba hecho un desastre. Sucio, sin limpiar, desordenado. Eso sí, abrías la nevera y la mitad estaba llena de latas de cerveza. Su botella de whisky estaba sobre la mesita de café. Un día se cayó redondo al suelo. Había sufrido una arritmia cardiaca. Estaba tan asustado que cuando salió del hospital se internó en un centro. Es la primera vez, que yo recuerde, que admitió que tenía un problema con el alcohol.
¿Cuándo se deja de ser bebedor social y se convierte uno en alcohólico?
Dice el psiquiatra Carlos Sánchez Menéndez, en un artículo publicado en el periódico Diario Sur, que la principal diferencia entre un bebedor social y un alcohólico es que este último es incapaz de ponerse límites. Pierde el control sobre la bebida.
Un bebedor habitual sabe cuándo empieza a beber y decide cuándo termina. Un alcohólico ha perdido por completo su voluntad. Normalmente, empieza a beber cada día porque el cuerpo se lo pide. Existe una dependencia física. Sucede con otras drogas legales como el tabaco o el café. Si llevas muchos años tomando café todos los días, el día que no te tomas un café por la mañana, te sientes intranquilo. Llega un día en el que para empezar a funcionar ya no necesitas un café, te tomas dos. Algo parecido sucede con el alcohol.
El alcohol está plenamente integrado en la sociedad. Acompañamos la comida con una bebida alcohólica. Concebimos el alcohol como un elemento presente en los eventos de socialización y de ocio. Cuando quedamos con los amigos para charlar, lo hacemos en un bar, acompañados de una cerveza. Si salimos una noche de fiesta, el alcohol está presente durante toda la jornada. Esto hace que la dependencia del alcohol pase más desapercibida, o que sea socialmente más aceptable. Hay situaciones que alertan sobre un posible problema con el alcohol. Estas son algunas de ellas:
- Incapacidad para limitar la cantidad de alcohol consumida.
- Espacios de tiempo prolongados bebiendo. Varias horas seguidas de forma recurrente.
- Necesidad de beber alcohol de manera habitual.
- Abandono de responsabilidades y de actividades sociales y laborales por estar bebiendo.
- Aumento de la tolerancia al alcohol. Es decir, necesitas beber más cantidad para notar sus efectos,
- Beber en situaciones de peligro, por ejemplo, cuando tienes que conducir.
- Náuseas, sudoración y temblores cuando no se bebe.
Cuando aparecen los problemas con el alcohol, el apoyo de la familia es fundamental. Es una situación complicada, puesto que el alcohólico va a intentar separarse de ellos e, incluso, va a hacerles daño para continuar bebiendo. La presencia de la familia para él es un freno que le impide escalar su adicción, pero el hecho de que estén allí es su principal conexión con la realidad, con una vida más normal, fuera de la autodestrucción.
Para salir del alcoholismo es importante la ayuda profesional. Se trata de una enfermedad crónica que es complicado superar.
El modelo Minnesota.
El modelo Minnesota es el sistema de funcionamiento que emplean organizaciones como los grupos de alcohólicos anónimos. La revista Psicología y Mente señala que se trata de una terapia que surgió en Estados Unidos a mediados del siglo pasado para abordar el alcoholismo y que se ha utilizado con éxito para tratar una amplia variedad de adicciones.
Este modelo surge en los años 30, en el estado norteamericano de Minnesota, cuando tres centros pioneros (Pioneer House, Hazelden y Willmar State Hospital) deciden abordar la adicción al alcohol desde un enfoque completamente distinto al que se había utilizado hasta entonces.
En primer lugar, se señala que el alcoholismo es una enfermedad con entidad propia, no es una consecuencia de otro problema, y que el alcohólico bebe porque es víctima de esa enfermedad. Frente a la visión imperante en la que se consideraba que una persona bebía porque quería hacerlo y se tendía a culpabilizarlo.
Es una enfermedad crónica, de la que uno se puede rehabilitar, pero que siempre está latente. Existe el peligro de la recaída y un adicto debe ser consciente de ello.
El primer paso radica en el auto-reconocimiento de la enfermedad. El alcohólico reconoce públicamente su condición de enfermo y manifiesta su voluntad de cuidarse.
Un aspecto importante consiste en que es un proceso colectivo. Personas con el mismo problema se reúnen y cuentan su experiencia para ayudarse a sí mismos y ayudar al resto del grupo. El objetivo, a partir de ese momento, es el de mantener un estado de sobriedad permanente para no recaer en la enfermedad. El alcohólico, en cierto modo, recupera la voluntad sobre sus actos y se hace responsable de la marcha del grupo.
La terapia Minnesota apuesta por procesos cortos e intensivos de desintoxicación, para que el adicto se integre lo antes posible a su núcleo familiar y a su actividad laboral. Se prima romper con viejos hábitos de conducta, contando en todo momento con el apoyo del grupo y de la familia.
Este planteamiento, que surge en un primer momento ligado a la iglesia, ha ido incorporando elementos de escuelas de psicología como la terapia Gestalt o la terapia sistémica familiar y ha sido efectivo para que millones de personas en todo el mundo superen sus adicciones.
Tips para dejar el alcoholismo.
Una vez el alcohólico ha reconocido que tiene un problema y ha tomado la determinación de curarse, existen una serie de consejos que si los aplica les puede ayudar a superar su situación. Algunos de ellos son:
- Buscar ayuda profesional. El alcoholismo es una enfermedad seria. No basta con manifestar que se tiene fuerza de voluntad. Es importante apoyarse en psicólogos, terapeutas y centros de ayuda.
- Reconocer que tienes un problema. La principal barrera que tienen los alcohólicos para poder curarse es no reconocer su situación. Identifican el alcoholismo con personas que tienen temblores cuando beben un trago o con otros que están socialmente desahuciados. La situación real es más compleja. En el momento en el que la bebida te impide llevar una vida normal, o afecta a tus relaciones con tus seres queridos, aquí existe un problema al que hay que buscar una solución.
- Compartir con tu entorno tu decisión de dejar la bebida. Puede parecer algo superficial, pero en los hechos contraes un compromiso con los demás que refuerza tu decisión. Tal vez, a fallarte a ti mismo no le das demasiada importancia, ya lo has hecho otras veces, pero fallarle a personas que confían en ti te resulta más preocupante.
Es importante dejar de ver el consumo abusivo de alcohol como algo normal que puede suceder y empezar a darle la importancia que tiene realmente.