Recientemente, después de acudir a una visita rutinaria al dentista, me comunicaron que gracias a las revisiones continuas había sido posible evitar un problema en un diente, que de no haberse detectado habría desembocado en un tratamiento largo y doloroso. Lo que me hace pensar en una cosa, lo fácil que es no hacer caso a los especialistas. Se me hace raro como en los años cincuenta y sesenta, cuando el núcleo de la población se concentraba en las ciudades, cómo las personas de aquella época solucionaban los problemas de salud con remedios caseros. Mi abuela es una de esas personas, que siempre tiene caldo en el congelador porque es el mejor remedio para todos los males, incluso para el mal de amores.